Puta y Señora: una historia y muchas luchas de Rosario Ferré
Todo el mundo sabe que es la mejor escritora de Puerto Rico, pero algunos prefirieron llamarla traidora. Leemos ‘Papeles de Pandora’, el libro más célebre y brutal de Rosario Ferré. (Publicado originalmente en PlayGround Books)
UNO. Para odisea, la de encontrar información sobre ese libro: se llama El coloquio de las perras y Rosario Ferré lo escribió para demostrar no sólo que podía construir un ensayo mezclando una especie de realismo mágico — o más bien delirante — con una exhaustiva crítica literaria de corte feminista en la época en la que la literatura en español carecía de tal cosa — de la segunda, claro, porque de lo primero teníamos mucho y además se lo había inventado una mujer igualmente maltratada por el tiempo — , sino que también era capaz de hacer eso que Sofía Castañón llama “enmendar a los señores”. El coloquio de las perras, de evidente inspiración cervantina, supone un punto y aparte. Una revisión escéptica de la historia de la literatura en la que la puertorriqueña, no contenta con disparar al canon, dispara al propio feminismo con el que ella comulga, llegando a poner en boca de uno de sus personajes si no será que igual que los hombres parecían incapaces de retratar bien a la mujer en su literatura, las mujeres habrán estado errando del mismo modo en su intento por escribir al género contrario.
DOS. Según Ferré, de hecho, uno de los escenarios ideales para la literatura sería la ausencia de géneros. La abolición de una “escritura masculina” y otra “escritura femenina”. Pero teniendo en cuenta que históricamente la segunda ha estado especialmente marginada, Ferré también intuía que dinamitar las circunstancias sociales y las desigualdades a las que las mujeres escritoras se han enfrentado desde hace siglos era una prioridad en su lucha. Así lo demostró con su producción literaria. Y especialmente con libros como el que la editorial La Navaja Suiza acaba de traer a las librerías españolas: el impresionante e impredecible Papeles de Pandora, publicado originalmente en 1975 en México pero ausente en este lado del océano hasta hoy.
TRES. Papeles de Pandora, por cierto, no es el título original de la obra, sino sólo un fragmento de él. En su primer borrador, el libro se llamó Papeles de Pandora: puta y señora, algo que no sobrevivió a las tijeras del primer editor, quien dejó en portada una versión mucho más recatada, aunque igualmente sugerente. ¿Qué eran esos misteriosos papeles? ¿Qué tendría que decirnos la primera mujer del mundo retratada en la mitología griega? ¿Por qué una intelectual puertorriqueña, hija de gobernadores y de clase pudiente, iba a tener la clave para desvelarnos tales secretos? ¿Cómo iba una mente y una vida tan privilegiada conocer el cerebro de las mujeres? ¿Qué podía saber ella?
CINCO. A saber: Rosario Ferré nació en Ponce en 1938. Su padre, Luis Alberto Ferré, fue gobernador de la isla a principios de los años 70. Su madre era profesora, católica y, según el prólogo de la edición española de Papeles de Pandora: una mujer discreta. Llama la atención lo de mujer y discreta, porque Rosario Ferré se convirtió en seguida en todo lo contrario. Ella, lectora de libros prohibidos, estudiante modelo y chica pudiente, prefirió entregarse al estudio de la literatura y a la celebridad como pensadora: llegaría después a ser más famosa que su padre — ¡la escritora más importante de Puerto Rico de todo el siglo XX! — sin la necesidad de haber tocado la política o las instituciones públicas, solamente las palabras.
Pasaporte de Rosario Ferré, vía 80 grados
CINCO. Busco en Google: “Rosario Ferré Lucha De Clases”. Encuentro entre los resultados, un obituario de 2016: “la llamaron anarquista, pornográfica y traidora de su clase”. Sigo buscando: “traicionó al feminismo”. Sigo buscando: “traicionó a su lengua materna”. Sigo buscando: “traidora a su patria”. Tiene sentido, entre tanto odio latente, que Frances Negrón Muntaner, al entrevistar a Ferré en 2002, le preguntara sobre la insistente animadversión que los intelectuales de Puerto Rico le profesaban. Entre sus extensas respuestas, hay una que puede resumir algunos de los conflictos de su vida y de su obra, y que copio aquí en fragmentos: “aparte de decir que mis libros son mercancías, que es ya peyorativo, también se insiste que ya no escribo en español. De acuerdo a un joven escritor […] yo habría abandonado la lengua española porque me parece que no es suficientemente rica. Éste afirma, como escritor puertorriqueño, que la lengua española es una maravilla porque es la lengua de Cervantes y que no se ha explotado todavía. Pero yo, traidora al fin, he dejado de escribir en español y escribo en inglés para vender mis libros y lucrarme; ganar más dinero. Primero que nada, esto no es verdad. Cada libro que yo he publicado en inglés, lo he publicado también en español. Y he hecho versiones inmediatas al español, precisamente para curarme en salud de esa acusación”.
SEIS. Cuando hablaba de mujeres de clases bajas, tenía que estar mintiendo, ¡pero si era una pija! Cuando su personaje era afrodescendiente, tenía que estar exotizando, ¡pero si era blanca! Cuando reclamaba un lugar para la literatura escrita por mujeres, exageraba, ¡pero si ella era una privilegiada que se había colado entre los nombres de Mario Vargas Llosa, Ernesto Cardenal o José Lezama Lima! Cuando en sus novelas aparecían menos mujeres que hombres, ¡había perdido el rumbo en su lucha feminista! Cuando hablaba de erotismo, ¡quería desvirtuar la alta literatura de la que presumía escribir! Cuando hablaba de escritoras latinoamericanas a sus alumnas, ¡estaba dejando a su maestro Julio Cortázar en la estacada sólo por ser hombre! Cuando escribía sobre Cortázar, ¡estaba apoderándose de una firma a la que nunca alcanzaría! Cuando escribía cuentos en español, ¡aprovechada! Cuando escribía poemas en inglés o se quedaba finalista del National Book Award, ¡cabrona!
Ferré lo tituló “Papeles de Pandora, puta y señora”, pero su editor en 1976 le quitó la segunda parte. El libro es alucinante, así como la vida de su autora, que descubro gracias a @LaCalders. Mi deber ahora, creo, es respetar a Ferré. Puta y señora. Recordadlo: Puta. Y señora. pic.twitter.com/UuKNQyWwOM
— Luna Miguel (@lunamonelle) June 5, 2018
SIETE. “La ira ha sido el incentivo para que muchas mujeres escriban bien”. Qué curioso. Si lo pensamos bien, esta frase redactada por Ferré y probablemente aprendida y repensada tras sus lecturas profundas de quienes muchos consideran sus autoras feministas de cabecera — Virginia Woolf, Simone de Beauvoir o Anaïs Nin — dice mucho de todo aquello por lo que luchó, pero también de lo que en vida tuvo que soportar.
OCHO. Pero basta de lamentaciones. Porque una de las cosas que la biografía de Rosario Ferré demuestra, de hecho, es su rechazo al victimismo. Pero no a cualquiera, sino sobre todo y en primer lugar al suyo propio. Alguien dotado de sus privilegios no debería mostrarse débil, y ante las críticas incendiarias hacia su excelencia sólo podría responder con aún más excelencia. Como ya se señaló más arriba, el suyo era un feminismo escéptico pero dialogante. Como reclama en El coloquio de las perras, la verdadera batalla no está en señalar y denunciar las injusticias, sino en formular los códigos para al fin solucionarlas, en enfrentarse a ellas con criterio. De lo contrario, todo seguirá igual. En este sentido, la postura de Ferré recuerda a la de Jessa Crispin cuando asegura que no debemos acomodarnos. Que la lucha debe ser constante. Pero Ferré es más generosa. Sabe que en una guerra no todos los cuerpos son aptos para salir al campo de batalla. Ella ya salió con su espada. Luchará por el resto si hace falta. Y a las que quieran acompañarla, las estará esperando.
NUEVE. Desde la arena del Coliseo, Rosario Ferré no sólo ideó el título de libro más maravilloso de la tierra — El coloquio de las perras — , sino que logró escribir la página más brutal de la literatura reciente. Atención a las metáforas, a los juegos de palabras, al dolor contenido, a la locura del léxico:
Fragmento de ‘Papeles de Pandora’
DIEZ. Para odisea la de leer Papeles de Pandora. Hacerlo es como ir en un barco, atado al mástil, mientras cantan las sirenas. Pero aquí sólo hay una sirena y es Rosario Ferré, entregándonos un estilo finísimo y al mismo tiempo repleto de patadas en el estómago. Delicado y bruto. Contradictorio, como la sociedad que en su estilo misceláneo retrata. Con poemas que muestran calles oscuras, con cuentos sobre niñas suicidas que ya quisiera Jeffrey Eugenides haber ideado, con reclamos de libertas para una sociedad en la que precisamente a las niñas que no se suicidan y que pasean por calles oscuras las matan, Ferré idea una mitología propia. Lo que Pandora escondía en sus papeles secretos era la sutileza de una venganza femenina. Las instrucciones para quitarse las cadenas. Un manifiesto para ser libres sólo, y al fin, a través de la violencia literaria.
Originally published at www.playgroundmag.net on June 12, 2018.