Imagen: David Trías

Robar a Claudio

(Una carta a Claudio López de Lamadrid publicada en El Cultural)

Luna Miguel
3 min readJan 12, 2019

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No sé cuál era tu música favorita, pero recuerdo un día, o tal vez una semana, en la que de la puerta de tu despacho sólo salía “Algiers”, de Calexico. Cuando se terminaba, la volvías a poner. Creo que es la única instrumental de todo el disco. Una y otra vez esos acordes que hacían pensar en los viajes larguísimos que a menudo nos contabas y de los que traías libros que aquí, tal vez, nunca llegarían. Más de una vez me sentí tentada de robarlos, pero no hacía falta porque tú preguntabas ¿cuál quieres?, y nadie de tu alrededor se sentaba hasta que apareciera un ejemplar del mismo. No sólo proveías, también escuchabas. “¿Qué libro de tal poeta me compro? ¿Algún descubrimiento reciente en Estados Unidos? ¿Merece la pena que encargue algunos libros de esta editorial tan nueva?” Y lo hacías. Los comprabas. Como por arte de magia aparecían en tu escritorio y al poco tiempo ya lo sabías todo sobre su contenido. Llegué a pensar que tenías rayos láser en los ojos. Era imposible que leyeras así de rápido. Me preguntaba si algún día yo podría presumir de ese don. Pero es que tú ni siquiera presumías.

Basta un vistazo a lo que en las últimas horas cientos de personas escriben sobre ti para darse cuenta de que una de las cualidades que mejor podían definirte era la generosidad. No tengo dedos en las manos como para contar las muchas veces que tú lo fuiste conmigo y con Antonio. Nos diste trabajo cuando nadie daba trabajo a dos estudiantes enclenques. Nos presentaste a algunos de nuestros escritores favoritos. Nos advertiste de sus egos para que este mundo no nos hiciera daño, y hasta nos perdonaste los nuestros cuando empezaron a aflorar. De entre todo, sin embargo, lo que más recuerdo es la manera en que me defendiste una vez por una anécdota que no vamos a rememorar pero tras la que tú me miraste a los ojos y me dijiste: “yo te creo”. ¿Qué decir después de eso? ¿Cómo agradecer esa ternura?

Uno de los libros que sí dejaste sobre mi mesa, quizá con la intención de que al fin cumpliera mis ansias de robarte, fue una edición anticipada del manuscrito original de Noches azules, de Joan Didion. Con ese libro minúsculo sobre una muerte mayúscula, aprendí que al morirnos nuestras vidas se convierten en un puzle. Mientras te escribo esta carta, las páginas de los periódicos, las redes sociales y los chats de nuestros teléfonos se llenan de innumerables piezas que conforman tu historia. Los que más te conocieron, los que saben qué música te gustaba, guardarán para siempre las más grandes y poderosas. Mi pieza es pequeña, y está garabateada de recuerdos que tal vez no fueron demasiado importantes para dibujar con claridad a la persona que fuiste. Me da igual poseer algo diminuto, porque lo que he aprendido contigo Claudio, es que es el cariño lo que nos hace importantes.

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Luna Miguel
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